24*
La imagen se rompió tras caer en cámara lenta ante sus ojos. Hubiera sido mejor decir que rebotó y volvió a sus manos, sin embargo ya no había vuelta atrás. De todos los trozos rotos 36 se perdieron en el eco de la caída.
DOS SEGUNDOS
No era una reproducción completa de su vida en un breve periodo de tiempo como se suele imaginar... "Tal vez sólo unos pocos tienen la suerte", sin embargo los últimos momentos se repetían, una y otra vez ante sus ojos.
El viento impactaba con fuerza en su espalda; el asfalto la absorbía y nuevamente los recuerdos estaban en play:
Las lágrimas resbalando mientras subía tan rápido como podía las escaleras -¡Espera! No corras por favor, escucha- Viene tras mío a paso torpe, intenta alcanzarme pero ya he recorrido los 20 pasos que dan al borde del edificio -¡Perdóname!, ¡Hija perdóname!- Casi no oigo su voz ahogada por el horror de descubrir lo que iba a hacer -¡Detente!- Lo estoy viendo extendiéndome una mano... "Te perdono papá", luego un paso hacia atrás.
El momento que lo vi a los ojos, los veinte pisos por los que voy cayendo... mis dos últimos segundos recordando...
EFERVESCENCIA PERSONAL
Entonces la moneda cayó de sus manos rodando armónicamente hasta la boca de una alcantarilla. Se metió en ella. Cuando la mano que la sostenía se movió, era demasiado tarde.
"Allí va la última moneda, para unirse, reunirse y terminar ahogada en la mierda de la humanidad o al menos con la mierda de la gente de esta ciudad..." Pensaba.
Al comprobar que la alcantarilla se había llevado la moneda hizo una mueca imperceptible e indescifrable, dio una mordida a su hamburguesa y siguió caminando.
Extrañamente desde hacia unos minutos sentía que unas ansias carcomían sus pasos, sentía que un nerviosismo exprimía sus poros como a limones; sentía que la vida ya no se sentía, hasta terminar por una callejuela vieja como protagonista de su propia película a blanco y negro.
A cada cuadra la realidad -la realidad que conocía hasta entonces- se iba disolviendo a modo de pastilla efervescente con burbujas de delirio eminente.
Se acabó, no pudo más y se desplomó en el suelo frío y húmedo.
Tirado como cualquier otro hombre ebrio pensaba: "Hoy no es el día indicado".
Gabriela Rojas Mallqui (Ayacucho, Huamanga, Ayacucho, 1992) "No soy la mujer perfecta, ni la niña de antaño... Reconozco mi locura y tengo un pecado permitido. Colecciono alfileres en el corazón y mariposas en el estómago". Administra la bitácora: www.elperfumedelalba.blogspot.com
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