"Los poemas de Joe Guzmán son vestigios que nos acercan, con sapiencia y emotividad, a la historia del lenguaje que es, al mismo tiempo, la historia de la humanidad. Desde el balbuceo lírico hasta las nuevas tecnologías de comunicación, vamos acumulando materiales sensibles en nuestro derrotero existencial: cuerpos acuchillados, cajas de galletas, ojos llenos de mar; en fin, la arqueología es un buen pretexto para desenterrar y reconstruir aquella primigenia identidad" (Paul A. Valenzuela Trujillo).
ACEFALIA
Cómo caer en nosotros mismos
sin terminar heridos.
Cómo caer fuera de nosotros mismos sin percibir el
hedor de animales decapitados por el filo de una hoja
que emerge de las concavidades supremas del amor.
Cómo ser algo, quizás una materia viva
o el absurdo crepitar de dos mundos
que colisionan bajo los pies.
Pertenezco a una generación que leyó a Ginsberg
pero que nunca levantó sus faldas
para atravezar su propio infierno.
Una generación que perdió la fe de encontrarse
en los cuerpos acuchillados de gigantes
que habitaron la tierra hace miles de años.
Una generación sin origen ni ramas genealógicas.
Nunca me he perdonado
soy la vil geografía de un horizonte
flagrado de delitos y de penas
destinado a desaparecer
bajo los efectos de cualquier droga.
Soy el fuego que destruye
los primeros vestigios de la muerte
en la mente de un niño
para reinventarme
pero ya sin cabeza
ya sin piernas
ya sin brazos
y ser solo un corazón
latiendo en una vieja caja de galletas.
UMBRAL
El amor nació hace miles de años en una cueva.
En aquel entonces las personas
se miraban unas a otras
con los ojos aún llenos
de criaturas marinas.
Se imaginan a sí mismas
con otros rostros
con otros cuerpos
pintando el cielo
con el color de sus sangres.
Lo terrible era entonces la perfección
La oscuridad era un animal oculto entre sus carnes
y así aprendieron a sobrevivir
recolectando
cazando
soñando que sus dedos
eran pinceles luminosos en el polvo
y líneas histéricas sobre muros sagrados.
Una noche alguien soñó que cientos de lobos se acercaban
no había nada por hacer
salvo cerrar los ojos y esperar la muerte con valentía.
En ese instante un grito lo despertó
era otro
que soñaba con cientos de lobos.
Ambos soñaban lo mismo.
Ambos eran lo mismo.
(plástico cruel)
Mi corazón está lleno de hojas de afeitar,
de niños perdidos y de pasadizos oscuros
que se alargan de madrugada.
Se oye el soundtrack de La Dolce Vita (Finale).
Hago memoria y la veo alejarse entre fantasmas.
Ya no puedo ver su brazo haciéndome adiós ni
la placa del colectivo que huye despavorido por
mi presencia. La noche se traga mi cuerpo y me
expulsa en una habitación llena de libros, de ropa
tirada por el suelo, de voces que abren grietas entre
mis manos, de cadáveres que me sonríen mientras
rasguñan las paredes. Es imposible retroceder dos
horas de nuestra vida y volver a encontrarnos entre
dos esquinas que hacen de todo para alejarnos.
No importa, aún se oye el soundtrack.
Somos una película en blanco y negro.
Yo, el antihéroe.
Ella, mi heroína.
Yo, un juguete sin piernas ni brazos.
Ella, mi chica de plástico cruel.
(perros)
Somos dos perros
bebiendo la misma sangre.
Acércate
pinta mi pelaje con la suciedad de la tuya
porque cuando te vayas
porque cuando te vayas
los hombres van a matarme.
(De: La arqueología del caos)
Joe Guzmán (Trujillo, 1991). Columnista y docente egresado de la Universidad Nacional de Trujillo. Autor de El devenir de lo incierto (2014) y La arqueología del caos (2022). Ha recibido distintos reconocimientos por su trabajo en poesía y cuento. Actualmente, escribe para el portal periodístico Lima Gris.
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