"Turbadoramente autobiográfico. Tiene el sabor de un recuerdo en la memoria y la intensidad mística y existencial de la tristeza". (E. A. M.)
EL ESCOLAR
Yo soy el párvulo colegial,
El niño que escupe en la calle cuando tiene hambre
Y le da ganas de mear en los parques trasnochados.
A mí la vida me debe mucho.
Me debe por ejemplo la sonrisa sin sarro.
Me debe un desayuno a la altura de mi orfandad.
Yo soy el escolar desharrapado
El expatriado de su casa y de la escuela,
Al que no deben imitar los niños buenos.
El que juega en clases y se cubre de melancolía en el recreo.
Tengo un retazo hecho uniforme,
De apoderado tengo al puente y su basural
La carpeta me sirve de cuaderno
Hasta tengo unos ojos que a veces leen,
Si algo me faltara lo consiguen mis puños en el recreo
O mis pies en las madrugadas.
Si me vieran por las noches tirando de su cartera
Deberán entenderme
A mí la vida me debe un poco de cartera.
Si me vieran agraviando su cerradura
Deberán entenderme
A mí la vida me negó una casa con cerradura.
Si me sorprendieran sobre una muchacha
Deberán entenderme
A mí la vida me negó el pecho de una dama.
Si en cambio vieran mi pata de cabra sosegada
Tendrán que huir azorados
Porque ya no seré el ristrón que se conforma con mustios pastos
Mi orfandad ya no se saciará con carteras ni cerraduras
Mis extensiones de pequeño tirano
Alcanzarán el sol, las calles, los bancos y los supermercados.
Claro,
Esto puede cambiar
Aún puedo ser el ristrón de las colinas
Aún puedes acercar a mi boca
Un poco de cartera remojada en caricias.
La vida me debe a cántaros
Una ración de escuela y un tanto de leche descremada.
MIGRACIÓN DEL COLIBRÍ
Llegué a ti como un pájaro desorientado
que, en tus ramas ahítas de crepúsculo,
olvida los coletazos del viento.
Vacié de mis huesos la gorda médula,
imité un chillido rapaz en el firmamento,
me cercené el pico y mutilé mis garras
Todo con tal que me temieras.
Por ti
cubrí de rojo mis remeras en el desierto.
Por ti
olvidé la lluvia,
y el resplandor de un sol a destiempo.
Por ti vencí los soplos en la puna
y los opacos días de desconcierto.
Revoloteé hasta ti,
mas encontré otra rama,
donde ya no mecías el invierno.
Hoy,
el otoño me azota como un rudo sauce
y tus verdes alas de huarango y soledad
palmotean sobre mi espalda
un estribillo viejo de granizos de cemento.
Entonces recuerdo que ya no eres la rama
que abriga en la copa el nido del picaflor
y que no debo trinar más a tus hojas
que en vacilante angustia se abaten.
Mi sangre ya no abreva tus raíces;
tú savia se envenena de otros suelos,
yertos y baldíos,
en regiones agrestes y dormidas
donde el verano es un sol muerto.
Elmer Arana Mesías (Ayacucho, 1981) Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. El 2001 ganó el primer y segundo puesto en un concurso de cuentos organizado por la Asociación Cultural Contracorriente. Sus trabajos han sido publicados en medios impresos y electrónicos.
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