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TELÚRICA Y MAGNÉTICA


"Para hablar de tradición, en el más amplio sentido de la palabra, debemos aprender a superar viejas taras que pretenden mantener incólumes y puras las distintas manifestaciones del espíritu creador humano. Todo fluye, todo se trasforma, como agua del espejo que va erosionando nuestra propia piel. En el caso particular de la poesía apurimeña escrita por mujeres, es cada vez más notorio, en estos últimos años, cierta continuidad lírica a proyectos iniciados hace varias décadas atrás con primerísimas figuras como Lily Flores Palomino y Alida Castañeda Guerra, para quienes el ardor primigenio de la palabra es capaz de enlazar los hilos personales y sociales en una misma dinámica poética. Las nuevas voces surgidas en estos primeros cuatro lustros del siglo XXI, son una prueba visible de que la única manera de mantener viva una tradición es renovándola permanentemente, asumiendo semejanzas y marcando diferencias" (Paul Valenzuela Trujillo).

 

MELVA CÁRDENAS

 

Un bosque

 

Ponte a bailar mientras el sol

trata de meterse entre las hojas puntiagudas de los pinos

ponte a jugar con los chuchitos

que se quieren independizar de los eucaliptos

y se vuelven otros eucaliptos

con la ayuda de la Mamapacha

satisfácete con el sol caer

en la pradera del hogar de Arguedas

 

Revuélcate entre las hojas caídas

que hacen una ciudad para los escarabajos y mariquitas

vuélvete parte del bosque

que resiste a las inclemencias de los plásticos

resiste como la madre naturaleza a las estupideces humanas

busca resarcirte una y otra vez,

mientras cuidas del cielo,

de la tierra,

del agua,

de los bosques,

de la fauna

y sobre todo del alma y corazón

 

Vuelve al bosque, conviértete en bosque

y abrázate en hermandad

 

LOURDES APARICIÓN

 

Siempre nos leen

 

Voy a escribir tu nombre

en todas las pencas

de la chacra de mi abuelo

que me vio nacer

y llorar

como niño

cuando no sabían que era niña

 

Te veo

dentro de esta luz

que bombea como mi corazón

y que se apaga

como el poste

de la cuadra

que grita tu nombre

en cada tic tac del reloj

de esta iglesia

abandonada y olvidada

por un pueblo

que se acuerda de dios

en cada tormenta

 

Te veo

en los perros que aúllan

y que saben

que mis ojos

sangran

por tu voz apagada

y entubada

 

Sueño

que seas puma herido

pero libre

en las quebradas de Visacocha

que sana con la lluvia

y que conversa con el wayra

sueño

que rías

como las flores del molle

donde me escondía

cuando jugaba o tenía miedo a los relámpagos

 

Mi abuela me contó

que los pumas

como tú

se lamen sus heridas para sanar

y confío en tu saliva

en tus rugidos dormidos

en tus garras

que sujetan mi vida

sin querer

 

Puma o no

sigo soñando

porque eso me enseñaste.

 

IRMA ÁLVAREZ CCOSCCO

 

Abyayala

 

Te recuerdo cruzando la frontera inexistente,

escapando de la sombra que congela los huesos.

Dejando el llanto y las manos que no querían soltarse.

 

Recuerdo tu boca sedienta en el suelo,

no hay tiempo para las gotas de lluvia,

has de danzar para girar el viento y

lanzar las semillas que generan vida.

No hay tiempo, los descendientes esperan.

 

Nos busca la serpiente de la sabiduría

entre junglas y calles sedientas,

será la misma serpiente de metal

que ha llevarme a la montaña sagrada,

la misma que ha de pasar por mí

en el camino de los árboles sobrevivientes,

la misma que me ha de llevar entre el amor a medio gemir,

y me ha de guiar donde tus pies cansados.

 

Tengo el quetzal el cóndor y el águila alojados en mis entrañas,

ya volando danzando conmigo en cada paradero de bus y tren…

mientras te veo pasar.

Ven a danzar conmigo, que tengo guardadas las plumas

desde la última vez que nos vimos en la orilla.

 

Te recuerdo perdido entre los sonidos; pero he de cantarte yo,

desde las voces de la madera que perfuma

para mitigar el dolor que cargas encima.

 

Te recuerdo no reconocer las flores;

pero han de venir las flores de las piedras ancestrales

a fundamentar los cimientos de tu alicaída esperanza.

Hemos de hacer fluir el río de metal y

hemos de nadar a contracorriente

como el oxígeno que batalla,

como la sangre que anhela la luz

para reconocer su color.

 

Nos ha de herir el metal disfrazado,

que a tientas en la oscuridad

forjamos para arrancarnos mutuamente el corazón.

Sunqutaq ch’usaq, muyuriq umataq musphay.

Chinkasqa sara muku, rumi ranrapi saphinchakuq maskhay.

Rumikunapi t’ikariq kiska, sunquy nanachiq.

Puñuruni makiykipi taytamamaypa makiyman rikch’aptinrayku.

 

La misma jungla metálica donde

yacemos danzando en nuestra pura bestialidad,

pasa riéndose el domador disfrazado de ley,

el mismo camaleónico que estaba presente

cuando fui vendida como objeto a tu servicio,

el mismo que ahora ni se inmuta al ver desgarrarse mi alma,

mientras arrancas a mis hijos de mis brazos.

 

Wawaypa wiqinqa, llapa ñanta qarparinqa,

aqu aquña kaqtinpas lliwta t’ikarichinqa,

y tendrás que dar cuentas por no haber dado agua al tierno árbol

que tendría que sostenerte y cubrirte cuando el sol aparezca a la

mitad del camino.

 

La gran Pacha nos ha criado como semillas de un solo vientre;

pero te has empeñado en arrancar tus raíces y a correr kilómetros de mí.

Asustado de mi piel de tierra viviente, has simulado volar

tejiéndote alas de plástico.

 

Vuelve para reconocernos en el Ukhu Pacha.

Vuelve para engranar nuestros fundamentos como runa, vuelve.

 

(De: Ínsula Barataria. Revista de Literatura y Cultura. Lima, Año 18, N° 23, 2020)

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