“En poesía,
las palabras suelen agotarse cuando la fuente verbal se ha vaciado de
entusiasmo y recursos. En estos casos, algunos más lamentables que otros, se
produce la arteriosclerosis y el enfriamiento del cuerpo poético. Sin embargo,
cuando la escritura es motivada por el recalcitrante estallido de la especie, cuando
al escribir nos enfrentamos a la modorra del poeta puro, esterilizado de la realidad;
solo entonces, la sacratísima responsabilidad de hombre y artista nos obliga a
grafitear en los carcomidos muros de la historia. Así, con un antilirismo pleno
y desmitificador, con herramientas precarias para trazar la sintomatología de
nuestra piel, Luis Ormachea logra hilar -muy fino- aquella trama delirante de
la experiencia humana" (Paul Valenzuela Trujillo).
multitud
en acto
[…] En este preciso instante nos acontece el mundo. Sol de las tierras deshabitadas, nubes vigilan unas calles irreales, alguien desabotona
su prenda, apaga el mecanismo ilusionante, da vueltas en la cama, encuentra el
llegar de la noche, observa una fotografía, habla al difuso bulto
antropomórfico: concluye la perspectiva de esa
habitación, ese puente, ese vacío túnel telefónico; o escucha
cántico, dice sabiduría que sólo la multitud puede lograr, salpicada de barro,
asfixiada por el gas, remendada con júbilo de juego, apuntalada por el ojo
pasajero de la res, y su pretexto. […]
pasadizo
nocturno
Este callar de mi cuerpo diciéndole lo inmóvil a
sus manos, volviéndole hacia adentro la mirada, abrillantando noche en su
silueta, forzando con sospecha el bullicioso hallazgo de otros cuerpos,
cerrados a su vez, pacientes de una enfermedad que siembra espejos y opaca la
cromática vigencia de los días; estas palabras semejantes a tigres enredados en
la urdimbre que araña el silencio de las cosas, haciéndolas sangrar otros
silencios, y propone, allá, lejana, la intensa travesía de los cielos. […]
primera
de las
últimas mañanas
[…] Océano, tu voz: prevista hasta la lágrima,
alma dócil de todo pensamiento, allá, en costas, mitad de los caminos. Idéntico
hombre, el universo, es la boca del
agua que le sirve, esa chispa de piedra, esa herramienta: transcurre sobre él,
intensa floración del cielo, lo requiere, una multitud de nombres en espirales
prósperas, y las galaxias, mineral quien tras las sombras, su misterio
presente, brisa de su dispersión o sólida hojarasca de las calles. […]
resurrección
[…] Lejos de la violencia del comprar y el
vender y reducirlo todo a ese polvo (enferma cualquier cosa que toque) hay
espacios donde la muerte es rechazada con tanto ahínco que se vive hasta
conocer la vida en su sentido más palpable, el hedor de la sangre al ser
tosida, el dolor de los huesos lastimados, la rigidez del frío carne adentro, y
en todo aliento florece una vegetación causada por el viento de la memoria, el
cosmos de la congregación de un elemento sumándosele a otros hasta lograr eso:
araña las estrellas y pregunta su sueño en la tiniebla incandescente de la
noche.
(Del
poemario inédito: Pabellón del resuello)
Luis
Ormachea (Cusco, Perú, 1974). Poeta, narrador y agudo polemista. Publicó los poemarios Índice (edición del autor, Arequipa, 2004),
Bóveda (Grita Ediciones, Arequipa, 2005), Apología del absoluto cotidiano
(Grupo Editorial Dragostea, Arequipa, 2007), Tela de juicio (Grupo Editorial
Dragostea, Arequipa, 2008), Palabra de hombres reunidos bajo árbol extranjero
(Grupo Editorial Dragostea, Arequipa, 2010), De Reciedumbre (Doce Ángulos Editores,
Arequipa, 2014) y el libro Siete
Relatos Breves (Cuervo Editores, 2013).
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