"El libro (con claros y acertados matices existenciales) es en esencia un largo monólogo, donde las imágenes de una pálida coloración humana, agudizan la desencantada y desgarradora condición del artista". (Paul Valenzuela Trujillo)
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Así anidan los días, con trozos de mundo sobre una semana. Trato de sobrevivir a los recuerdos, y estos a pausas breves se aferran en mí, como tomando aire, es necesario, para luego estallar y hacer bramar un incendio. Quieren ser propaganda. Pero la censura no está en los sentimientos, sino cuando se hacen carteles.
Así anidan los días, con trozos de mundo sobre una semana. Trato de sobrevivir a los recuerdos, y estos a pausas breves se aferran en mí, como tomando aire, es necesario, para luego estallar y hacer bramar un incendio. Quieren ser propaganda. Pero la censura no está en los sentimientos, sino cuando se hacen carteles.
El amor, no está en la palabra "amor". La veo netamente florecer. Eso de qué sirve en estos instantes, ¿lo entiendes?, quiero decir que el amor está ahí y a la vez desparece como un rostro vacío. Eso, es la unión de borde débil, donde uno puede hallar a otro, o simplemente ser. Quizá lo complico.
Lo mío, son ejemplos vagos, sustancia escurridiza de preguntas, lío de palabras.
Lo grande no se encuentra en lo que yo te pueda decir, sino...
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Se hila el pensamiento: trenzas donde la cuchilla refleja tus dedos.
Hace un instante parecías aborigen.
¿Cuántos adioses tendremos?, y sobre el cordel de la cotidianidad cuántos holas tendremos que colgar como ropa.
¡Ah!, castigo humano, el desaparecer como eco. ¿Alguien se da cuenta? Yo sería ese pequeño cierre de corchetes, el delicado maullido del gato, una peca más en el semblante de la fresa.
El cuerpo me vuelve artista con abstinencia de calle.
No es el frío, estamos a 10°C, el humano tiene potencial adaptativo, ¿no lo crees así? Dentro de mí corre Eva con su mitocondria.
Ilusos, eso somos, evitamos ver a la serpiente que nos traga. Nos creemos pendejos, pero sólo somos humanos.
¿Nos parió lo eterno?
La cabala, la cabala se quedó para la chica rubia.
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El intento no confirma nada. No es un sí, es un intento.
El suicida es un principiante en las filas de la muerte, como el muchacho que se enlista al ejercito.
Los intentos no me dicen nada. Vivimos más en la teoría. Vivimos menos el día a día. Pensar que pasaremos medio año buscando el control remoto.
Sólo son énfasis de guiños y de garras. Y todo eso, es sólo un intento.
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Me duele el cuerpo al sacarlo al mundo cada mañana, es como un bostezo contrayéndose en una escena de epilepsia.
Los domingos se nos caen dentro de los siete días, reflexiono; pero no puedo descifrar aún este enigma.
Podría hacer volar lo que nunca tuvo alas. Eso lo aprendí de ti.
Me dueles, como dulce espiral; pero me las arreglé para anudar nuestros cuerpos.
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He decidido lanzarme contra el viento, y definir lo que son las sombras.
Tú llegas, a mí, ahora que soy un puerto. Se rompe la risa y se desecha la desesperación ¿acaso ser joven de edad es botón de torpeza?
Soy puerto, muelle de edades, de aves, lobos, de capillas rajadas sobre los muelles.
Gabriela Podestá Sánchez (Arequipa, 1991) Ha publicado con el grupo editorial AMBEDUE los siguientes títulos de poesía: Convivencias y Dientes Rotos (2007), Poesía y Urbe / parir entre ácida lluvia (2008), Sillar y otras Banderas (2010), Sed como males sociales (2011), Espejos & Maniquíes (2011), Muro (2012), Memoria de Cascajo (2012), Avenida Urbana (2012) y La Guerra del Verso (2013). Los textos publicados forman parte del libro Prosa Cortada (Editorial Ambedue, Arequipa, 2013).
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