"Las historias de Jimmy
Britto recorren diferentes caminos en busca de las mismas huellas; burdos en el
lenguaje, con una precariedad expresiva que convence, porque de materias grises
estamos hechos y con sagrados orines seremos olvidados". (Paul Valenzuela
Trujillo)
LA BREVE HISTORIA DE YOUWNY
Desde pequeñito tenía ya un
carácter explosivo; me pateaba la cocina si cuando regresaba del colegio no
encontraba la comida lista. Un día en un carrusel intentó meterme un manazo, de
la nada, tras un berrinche. Una vez de puro travieso se tomó un poco de
kerosene. Pero ese mi cholito sí que me acompañaba, haciendo de escudo humano,
cuando invadimos unos terrenos por el antiguo camal. Que la vida siempre
quedará corta para hacer de los hijos buenos fulanos, fue y es la base de este
mi pensamiento euclidiano. Con la excusa que la plata si no la gastas no sirve
para nada, mi amado Youwny había agarrado la costumbre de chupar trago todos
los malditos días, con sus amigos dedicados a la construcción. Tomaba pisco,
ron, cerveza; jalaba coca gaseosa. Youwny regresaba sin un céntimo en el
bolsillo y re-rezampado, (asaltado), al cuarto que se fue a vivir tras ser
abandonado por una china chata, de la que se enamoró. Pero a veces él iba a donde
yo vivía, a dormir y a comer. Me iba a visitar, se ponía a llorar en el
descansillo, yo le abría la puerta, Youwny entraba pero de arranque como se
dice, alcohólico me tumbaba con la zurda los altares de mi casa. Santos como el
grone San Martín de Porras, Santa Rosa de Lima, el aburrido Juan Pablo lo
odiaban de verdad; a los demás nos temblaban las dos canillas al verlo llegar
molesto, podrido. Pero madre sólo hay una. Ese mi desgraciado Youwny hacía el
paso del torero, cuando le subía todo el volumen a la radio a mitad de las
madrugadas, despertando por aquel entonces a su papá epiléptico. Un día le
metió tremenda pateadura, le chancó la cabeza en la escalera, su sangre en el
parquet que luego tuvimos que limpiar fue abundante, le tiró saliva a su papá. Entre
la borrachera y el patadón que le metía, Youwny le aclaraba a su padre que esa
paliza era porque siempre se acordaba cuando él me pegaba, a mí, una mujer,
cuando Youwny (hablaba en tercera persona), era aún un nene. Todo su rencor
violento e intoxicado volcaba Youwny a quien le diera la vida hace exactamente
veintiún desperdiciados años, en el mundo abusivo del alcohol, la marihuana, la
triste pasta básica. Youwny a veces se va a la cachina y vende artículos
curiosos que recoge en las calles, vende también cosas que levanta cuando las
ve mal paradas en salas y restaurantes. Los tombos lo tienen fichado, hasta sus
amigos son. Mi Youwny es un casero de aquella comisaría popular y gélida
ubicada en calle Palacio Viejo. A mi Youwny te darás cuenta amable lector, lo
quiero porque su signo en el zodiaco es Acuario. Jouwny una vez, me llevó al
“Charro Chicote” al cumplir yo 60 años; me cantó Las Mañanitas, me dio una
verdadera propina, era su cariño como se dice. Para el Día de la Madre una vez
me llevó flores de papel. Terminó confesándome su amor tras acabarse solito una
caja de cerveza cabeceada; me dio muchos besos, recordó cuando intenté sacarlo
adelante en la tonta vida; mis hijos menores nos tomaron una foto de esas
estúpidas, aquellas que nadie hace ya revelar. Ese día nos dijo que tendría un
hijo, y por eso dejaría su habitual borrachera. Me puse contenta al verlo
comer, reconstruir su vida con una chata que vivía por el paradero. Un día de
improvisto se apareció con la mujer quien exigía pollo cuando la atacaban los
antojos. Con la mujer embarazada, se fue a vivir al cuarto que él mismo levantó
en el fondo de mi corral plantando cuatro esteras. Fue fiel por cierto tiempo,
cuidaba de su mujer, le llevaba ceremonioso el agua hervida y la comida que me
gorreaban, mientras miraban esa exitosa asquerosidad llamada Esto es Guerra.
Pero a la hora del bautizo se hizo el loco, nunca reconoció a la niñita que
sacó de él los ojitos rojos. Como su mujer era una floja, dejó a mi nieta
envuelta en trapos y a su suerte. Ahora duerme, ronca Youwny tras haberme
celebrado “el Día de las Viejitas” como él lo llama. Un abrazo y un beso a mis
hermanas las madres, que parieron hijos fallados; que trajeron al mundo seres
que no debieron tener una identidad, pues apestan, se zurran, te meten miedo,
te parten la sala. Aunque a veces te abrazan, y dicen piano al oído: “Eres mi
mami adorada”.
Jimmy Britto (Pimentel, Chiclayo, 1980) Escritor radicado en Arequipa. Fue uno de los responsables de la revista de divulgación literaria Cara de Camión entre los años 2001 y 2003. Ha publicado el libro de cuentos enfermedad africana (Grita Ediciones, Arequipa, 2007). El texto pertenece a un trabajo próximo a editarse.
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