"[...] En esta poesía late el cariño por la gente humilde que mira el mundo con dolor y emoción, con rabia y optimismo; una suerte de sentimiento contradictorio donde el mundo es un espejo de amor, violencia y esperanza". (E. A. M.)
La alegría es una palabra desvaída
Ayer supe lo que siempre ignoré:
que la casa se caerá de tanto recuerdo
que las "paracas" carcomen al más empecinado
cerro
que ya dejé de gatear hace dos décadas.
Recordé que la cáscara a veces se come.
Conocí la ciudad bostezada por la mañana;
pero aún no entiendo
a la ostra burlona que se escapa de mi malla,
ni al pan remojándose en el vinagre.
Se me hace de mal gusto que digan
que los domingos son para despatarrarse
cuando en mi calendario sólo hay
lunes-tráfico-jueves-vértigo.
Ayer supe que no hay cáncer sin venta
y que tal vez hoy se me caiga un diente
y habrá más venta.
Que la amistad es un concepto,
el amor una intuición y Dios,
un gringo occidental;
que la palabra justo busca un significado
y que el significante busca a lo justo.
Recorde una lechuza sobre mis tardes,
que el sol es un espejismo.
Recordé que hoy...
no comeremos.
Mi patria desde el sótano
Mi patria es un retazo de tierra,
con su desagüe y sus campanas matinales.
Limita con el desierto
y con el presidio por el Norte.
En los collados titila, mustia, una ranura
que conduce al Este
a lo largo de corredores de patas negras.
Mi patria es un sótano:
cuatro metros de silencio cuadrado.
A él llega el sonido
tras una larga perorata con la demencia.
Las flores tienen el dulzor del fango.
El trueno, la ventisca,
los molles, las palomas
son historias fósiles
estancadas en el tiempo.
Me nacionalicé ermitaño
en la edad del invierno,
desde entonces vivo en una rama
que balbucea a destiempo mi nombre
cada vez que la sustancia
me enajena en ramblas insondables.
El sol asoma su mirada al tragaluz.
El reloj circula en su aureola sin rumbo fijo.
En un cuerpo de cien libras
deambula a sus anchas
una cama sobre el mundo.
Aquí la palabra se volvió ligera.
El sonido no existe.
La letra es invisible;
en vano se asoma a los labios.
Mi patria es todo y es nada,
esa es su riqueza.
En ella coexisten en armonía
una cama y el silencio,
una mesa y el silencio
una chispa y el silencio.
Elmer Arana Mesías (Ayacucho, 1981) Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Actualmente se desempeña como docente en uno de esos rincones olvidados de la patria. Ha publicado el poemario Diario de los suburbios (Editorial Pasacalle, Lima, 2010), de donde extraemos los textos.
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