"El autor de este cuento se ganó una mención honrosa en el IV concurso literario 2010, organizado por el semanario del sur El Búho, con un relato que trabaja el monólogo en un escenario que permite devaneos misteriosos, acaso místicos, sobre presencias que perturban justo en el momento de la vigilia, antes de sucumbir al abrazo de Morfeo". (El Búho, semanario del sur, política y cultura)
NO TENGO SUEÑO, SÓLO ESTOY DORMIDO
Hace frío y estoy lejos de casa…
Los abuelos de la nada
La noche es una colosal, gélida y diáfana tela oscura que roza mis mejillas y manos. La garita de vigilancia es un habitáculo mínimo y desgajado, un añoso cajón cimentado a mitad de esa gran extensión de tierra, greda y asfalto que es la avenida, amplia explanada en la que las personas transitan apurados por las mañanas y que en las noches es sólo silencio, sombra y añoranza; y el conjunto de apartamentos que debo patrullar, hogares bulliciosos durante el día y rodeadas de un aura necrofílica por las madrugadas.
Este desasido lugar me sume en una sensación de insignificancia, soy discípulo de la soledad y la hipocondría, presa de la ensoñación y del miedo a la muerte; entre asustado y triste, pesaroso y delirante cumplo allí mis turnos de guardia.
Me acurruco en actitud decaída, sobre una ajada tabla que me sirve de silla, respaldo, mesa y camastro, una vieja tabla que es tan dura como mis huesos endurecidos por la algidez del momento. Las piernas me tiemblan y siento los oídos curtidos y fríos, aun el aire que respiro raspa mi garganta, tras ver el reloj compruebo que restan algunas horas por padecer, extraño mi alcoba, siempre tibia y luminosa.
El murmullo, los silbos, los sonidos de la noche confunden y aterran, como si el viento caminara a paso presuroso y decidiera, luego, detenerse abruptamente, como si los viejos encinos tiritaran, como si la tierra se distendiera tras de un día cansado y de rato en rato se diera un sacudón, como si alguien hablara a lo lejos y yo no distinguiera su voz, me siento consternado y soñoliento. Decido dar unos saltillos o simplemente estirarme, caminar, o lo que sea para evitar el sueño y los pensamientos aturdidos, para no dejarme vencer, fumo un cigarrillo, pienso en lo que estaría haciendo de no estar aquí, pasada medianoche, un martes cualquiera, de seguro no me sentiría tan mal, pienso en los otros vigilantes, si se sentirán como yo, si vivirán lo mismo.
Quiero ganar un poco de calor y me abrigo con la frazada que acompaña mis guardias, su calidez es sencilla pero suficiente, espero y pienso que la vida es una sucesión de esperas, me siento un momento, el amanecer no debe tardar en llegar.
Consigo distinguir movimientos a lo lejos, les veo acercarse, se detienen y prosiguen, su recorrido es extraño, zigzagueante e inseguro, los estaba esperando pero algo me detiene, reconozco esas siluetas, los trajes largos, prietos y rotosos, además del modo en qué ocultan sus rostros. A lo lejos semejan hojas deformes, grandes y flotantes, bamboleándose fantasmales. Debo advertirles para que se marchen, pero mi voluntad se amilana, decido esperar un poco, aunque sé que es un desliz, algo me impide decir nada, mi pecho parece agarrotado y mis palabras congeladas, intento ponerme en pie y noto que me faltan fuerzas, y ganas, tengo que hacer algo, no dejar que se acerquen, ésta es mi zona, repentinamente me incorporo y grito, atropellando mi propia voz.
- ¡Alto! ¿Quién vive? -el aullido que doy hace saberme vivo, libre, como si con él se fuera mi soledad.
- ¡Estás dormido -se oye una voz, ahuecada, indefinible, de hielo que se derrite-, dormido! -insiste.
Y yo siento mis latidos acelerados, y estoy más congelado que antes, mis ojos cansados pueden verlos tan cerca, como si en un segundo hubieran avanzado lo que debían recorrer en cinco o diez minutos, amorfos y petrificados, me incorporo, me defiendo.
- ¿Quiénes son?, ¿qué quieren? -continuo el ritual, mi voz es insegura, no alcanzo a verles el rostro, tampoco lo intento con firmeza, un hedor fétido se roba mi serenidad.
- ¿Quién vive? -la voz es vacía, sin contenido, mero eco de lo que quiero escuchar-. Sigue durmiendo, la vida es dormir -afirma.
- No vengan a molestar, éste es barrio decente -afirmo por decir algo-, no estaba dormido, sólo tenía frio, váyanse -mis palabras se debilitan y acobardan, como si adivinaran ser insulsas.
Han llegado hasta mi guarida, me miran con detenimiento, lo intuyo pues tengo la cabeza gacha, algo me impide levantarla, revisan mi covacha, siento su hálito maligno, deseo tumbarme y dormir, o reanimarme y saber qué hacer, en el piso termina de consumirse el cigarrillo, uno de ellos lo coge, veo su cuerpo delgado, espinoso, envuelto en el gabán, sus manos enguantadas semejan una gran tarántula vieja.
- ¿Por qué tienes miedo? -pregunta la voz, más que una consulta es una afirmación-, ya nos vamos -continua-, eso sí, cuidado con cerrar los ojos, puede que no se vuelvan a abrir, y tendríamos que regresar -amenazan.
Se marchan, sus pasos arrastrados son los de un animal cansado, la oscuridad vuelve a mis ojos, la movilidad a mi cuerpo, el aire a mis pulmones, el miedo a mi alma. De la que me salve, me digo, mientras recuerdo sus imágenes primero distantes, luego bruscamente sobre mí, decido sentarme, sin cigarritos la cosa es más difícil. Se han distanciado tanto que ya no se les percibe, me pregunto si realmente volverán cuando me duerma, me pregunto qué horas serán. En fin, decido sentarme y me recojo como un gusano, ¿me habré jateado?, examino, de ser así, qué suerte, me digo, me desperté en el momento preciso, y si no me dormí, qué suerte me digo, casi me jateo en mal momento.
Ahora me siento más tranquilo, y no siento sueño; sin embargo, puede que ya esté dormido, es más, ellos están cerca otra vez y sé que debo hacer algo.
Eliseo Bustincio Ari (Arequipa, 1980) Escritor y promotor cultural. Regenta junto a sus camaradas el "Círculo Cultural Todas las sangres".
Es este un exelente cuento!A la vez que se me vino a la memoria el poema de Calderón de la Barca "La vida es sueño" me gusto bastante
ResponderEliminarSaludos Eliseo, no sé porque no ganaste, será cuestión de leer los otros..